Por Francisco Ortega
Con toda la seguridad que nos permite la ciencia (es decir, hasta que la evidencia nos lleve la contraria), hoy por hoy podemos afirmar que los dinosaurios no avianos nos dejaron hace unos 66 millones de años coincidiendo con la caída de un gran meteorito cerca de la actual península de Yucatán ….
“Vaya notición” – pensaran algunos sarcásticamente. Bueno, acepto que no suena novedoso, pero no es tan trivial. Primero, por la cantidad de veces que los paleontólogos recibimos la pregunta, pero, sobre todo, porque se siguen publicando trabajos que revalúan las causas de esta extinción. En este sentido, un titular de prensa ampliamente difundido las ultimas semanas, dice que un estudio acaba de concluir que los dinosaurios se extinguieron debido a “una colosal mala suerte”.
Cualquiera pensaría que estos tipos no tenían nada mejor que hacer, pero la referencia al “Extinction: Bad Genes or Bad Luck?” de D.M. Raup parece indicar claramente que estamos a punto de replantearnos (otra vez) si la extinción dinosauriana se debió a algún tipo de pérdida progresiva de capacidad adaptativa o si, únicamente, no sobrevivieron a un mal día.
Para empezar, es sorprendente la fascinación que nos produce la extinción de los dinosaurios a pesar de que las ha habido mucho mayores en la historia del planeta. Parece que nos miramos en los dinosaurios como en un alter ego al que ya le cayó encima la espada de Damocles que vemos sobre nuestras cabezas. Y está claro que nos gusta creer que compartimos el papel de seres dominantes (un concepto muy difícil de formalizar). Por el momento, solo ellos pueden jactarse de un éxito evolutivo de 160 millones de años, mientras que nosotros debemos conformarnos con haber intentado entender el proceso y, por suerte, con estar aún esperando que lo nuestro tenga arreglo.
El caso es que, cuando pensamos que ya lo tenemos más o menos claro, alguien viene y le da otra vuelta de tuerca al asunto. Hace ya tiempo que contamos con una robusta evidencia que indica que un coctel de causas puede explicar de forma bastante satisfactoria la extinción de los dinosaurios.
Recordemos que este coctel considera que en los últimos momentos del Cretácico, los ecosistemas de la Tierra se vieron sometidos a profundos cambios climáticos, a variaciones en el nivel del mar, a una alta actividad volcánica y, justo en el último momento, al impacto de gran meteorito. Aunque la responsabilidad de cada uno de estos factores en la crisis nunca ha estado bien definida, la hipótesis más comúnmente aceptada asumía la participación de todos ellos en una causa múltiple, es decir, los primeros castigaron duramente la estructura de los ecosistemas cretácicos durante millones de años, y estos, diezmados, no pudieron sobreponerse al impacto de un gran meteorito.
El arroyo del infierno
La historia es verosímil, pero, a lo mejor les sorprendería conocer que está basada únicamente en la supuesta disminución de la diversidad de dinosaurios en una Formación geológica en América del Norte. Es cierto que la Formación “Arroyo del Infierno” (Hell Creek Formation) es un magnífico ejemplo, que contiene sedimentos de antes, durante y después del impacto del meteorito, que está llena de fósiles de dinosaurios y que está muy bien estudiada, pero asumir que todo el mundo debe funcionar como los últimos tres metros de Hell Creek resultaba, cuando menos, arriesgado. De hecho, los propios autores del trabajo recién publicado dicen que estos datos no parecían corresponder con lo observado en otros lugares (quizás menos estudiados) del planeta refiriéndose a un ejemplo que conocemos bien por aquí: la gran diversidad y riqueza de dinosaurios en los últimos momentos del Cretácico en la Cuenca de Tremp, en el Pirineo español.
El caso es que el incremento de información global sobre la diversidad de dinosaurios que se ha producido en los últimos años (véase la Paleobiology Database) ha permitido comprobar la representatividad de los datos aportados por la Formación Hell Creek, y, sorpresa, el Arroyo del Infierno nos engañaba: no se puede considerar que la diversidad de los dinosaurios estuviese en declive al final del Cretácico. ¿Qué quiere decir esto?, pues que, aunque los cambios planetarios cretáceos pudiesen haber afectado a la capacidad de recuperación de los ecosistemas con dinosaurios, su diversidad a finales del Cretácico no hacía presagiar un final inminente. Entiendo que la diferencia con la anterior hipótesis es sutil, pero esto transfiere al meteorito (por consiguiente a la mala suerte) la máxima responsabilidad en la extinción de los dinosaurios, de forma que no podemos presumir que esta se hubiese producido sin su concurso.
Si antes de empezar a leer esto, Vd ya pensaba que la mala suerte en forma de meteorito se había llevado por delante a los dinosaurios (no avianos) sepa que no estaba del todo de acuerdo con el consenso científico. Pero no se preocupe, Vd. si que es afortunado, mantenga esa idea y nunca habrá viajado a la ortodoxia con tan poco esfuerzo.
Referencia:
Brusatte, S.L. et al., 2014. The extinction of the dinosaurs.
Biological Reviews: http://doi.wiley.com/10.1111/brv.12128.